Los componentes del equipo con la pancarta. |
Julian y Jose en Andilla. |
Este es el artículo publicado en la revista La Fénix Troyana en su número de Junio escrito por nuestro compañero Julián.
PAISAJE DESPUÉS DE LA BATALLA.
(Con permiso de ANDRZEJ WAJDA)
Por Julián Despaigne y Rodríguez por parte de madre.
Crónica del Primer Maratón de Montaña de Valencia (MAMOVA) por dos de sus protagonistas.
Algunos dicen que es una locura correr cuarenta y dos kilómetros sobre el asfalto. Otros afirman como locura mayor recorrer esa misma distancia como maratón de montaña. No les falta razón.La sensación física y psíquica de esta última es de haber recorrido casi sesenta kilómetros. O más.
Aquí estamos, minuto cero, nueve de la mañana, en La Pobleta, el termómetro apenas rebasa los cero grados este diecisiete de Abril. A mi lado calienta mi compañero de equipo José Mozos. Comienza la aventura, que culminará aquí mismo cuarenta y dos kilómetros y seiscientos metros después.
Según anuncian en la línea de arrancada, somos quinientos once corredores y corredoras. Salimos. Un ejército de camisetas multicolores y gorras variopintas se balancean montaña arriba. Kilómetro seis, primer avituallamiento. Escasas las frutas, agua en abundancia. Dicen a modo de justificación: los primeros han arrasado con los plátanos y las naranjas. Mal comienzo para recuperar energías, aun así no nos quejamos. Hemos venido a correr, no a comer. Más allá nos espera el kilómetro doce a más de mil cuatrocientos metros de altitud. Vamos bien de tiempo y de fuerzas. Paisaje maravilloso, cielo azul, frescor. Comienzan mis primeras voces: ¡Qué grite el que quiera, que grite el que pueda! a nuestro lado corredores de Jaén, de Albacete, de Extremadura, cuatro chicas de Alcoy otro pelotón policromado en pleno descenso camino a Andilla.
En poco menos de dos horas treinta y cinco minutos hemos coronado veintiún kilómetros y cien metros.
Recibimos una grata sorpresa, nuestros compañeros de equipo, en franco e incondicional apoyo han aparecido con una pancarta Ánimo Marchadores de Chelva. Ahí están Manuel, José Viana, Tomás (Houston) y Juanito. Mi compañero de locura José Mozos se ha emocionado.
Él y yo coincidimos en que de seguir así terminaremos alrededor de cinco horas y media. Nuestras piernas van bien, las fuerzas reservadas, el clima no puede ser mejor, sol radiante, frescura en el ambiente. En el cortafuego a cierta altura del poblado hacemos algunas fotos del Andilla, con la cúpula de la iglesia dominando el paraje.
Kilómetro veintiséis, en pleno descenso. José siente calambre en su pierna izquierda, su cuádriceps se ha resentido. Nos detenemos unos tres minutos . Optamos por andar un par de kilómetros hasta saber a qué atenernos. Un simple calambre, advierte mi compañero. Volvemos a la carga. Nuestra meta intermedia está en Artaj, en el kilómetro treinta y tres y medio, antes debemos alcanzar Osset, siempre en un prolongado descenso según reza en nuestros dorsales, que describe en detalles todo el perfil de la carrera.
Artaj nos recibe con música, buen avituallamiento y magnífico ambiente. Plátanos do re mi naranjas fa sol la si dulces do re fa agua..... Y nuestros compañeros nos animan de nuevo, pancarta en mano. Hasta la meta nos falta una hora, les decimos. Al menos eso creemos. Ascendemos, camino al kilómetro treinta y cinco que según el perfil será la parte más dura de la carrera. Regresan las complicaciones, casi me detengo porque mis piernas se sienten muy cargadas, a José le regresan los calambres. Llevamos más de cuatro horas y media en marcha. Decidimos poner freno a nuestro ritmo e hidratarnos más, kilómetros antes hemos reparado en la cabeza. Yo llevo protegidos mis pocos cabellos con un pañuelo fallero que cubrió mis cuello los primeros cinco kilómetros. Hidratación, descenso del ritmo, precaución, resultan algunas de las medidas que adoptamos.
Llega el cortafuego del kilómetro treinta y cinco. Nadie corre, a pesar del prolongado descenso que le antecede. Obstáculo a salvar tras casi cinco horas y media de carrera. Para muchos, es demasiado. Y aquí estoy yo siendo el único que corre entre tantos que reptan, sudan, maldicen y suspiran, Corro hasta donde dan mis fuerzas, ya no puedo vocear: ¡Qué grite el que quiera, que grite el que pueda!, No saben que ese ha sido mi método para descongestionar los músculos del cuello, relajar mandíbula, mejillas y el rostro en general, también para infundir ánimo, así se lo he contado a mi compañero de aventuras, que asiente pero no dice nada, aunque acepta a hacer muecas.
Tras el cortafuego, cercano a los novecientos metros de altitud comienzan los últimos seis kilómetros. Toda una pesadilla. Al coronar el kilómetro treinta y siete, el cuádriceps de mi amigo le da otro tirón, debe sentarse. Un par de minutos después se intenta reincorporar, en vano. Sin duda el momento más tenso de todo el recorrido. Al tercer intento se pone de pie y ya sabemos que debemos terminar la carrera aunque sea cojeando. No hace falta tal extremo. Hemos reservado fuerzas para el final y pasamos la meta corriendo y nuestros brazos en alto. Atrás han quedado seis horas y once minutos, los cientos y cientos de kilómetros de preparación, sudores, más sudores para llegar hasta aquí. Cumplimos nuestro plan. Nos espera otra sorpresa.
Nuestros compañeros de equipo han traído su propio avituallamiento. Mesa, sillas, un verdadero ágape a base de quesos variados, chorizo, salchichón, bocadillos, pepinillos, encurtidos, frutas y abundante bebida a base de agua, cervezas y variedad de licores. Todo por obra de JuanitoChelva. Una hora de solaz a abastecimiento de nuestros cuerpos y mentes, en pleno monte. Picnic verdadero, reconfortante, que agradecimos en su momento y que hoy reiteramos desde estas líneas.
Algunos dirán que es una locura correr cuarenta y dos kilómetros de montaña. Estamos de acuerdo. Y la repetiremos. Es más, José Mozos, la superará en breve. Catorce de Mayo, Penyagolosa, Castellón, se irá a correr maratón y media, algo así como sesenta y tres kilómetros. Locura mayúscula. Querido lector o lectora, en Agosto
acompañaré a este loco a una proeza mayor en el Pirineo Catalán. No mencionaré la cantidad de kilómetros para no cansarles, sólo les adelanto: nos dan veinticuatro horas para cubrir tal kilometraje. Paisaje después de la batalla. Vendrán otras, lo prometo .Cargadas de locura que , por cierto, es la otra cara de la cordura.
acompañaré a este loco a una proeza mayor en el Pirineo Catalán. No mencionaré la cantidad de kilómetros para no cansarles, sólo les adelanto: nos dan veinticuatro horas para cubrir tal kilometraje. Paisaje después de la batalla. Vendrán otras, lo prometo .Cargadas de locura que , por cierto, es la otra cara de la cordura.
Menuda crónica, Julian ¡¡ Hasta he sudado, como si estubiera corriendo ¡¡
ResponderEliminarEste finde salimos Manolo Cortés y yo a correr un rato por Tuéjar (14,5 km). Buen ritmo, buen tiempo para correr y...joer que fuerte que está Manolo. Me costó seguir el ritmo durante la primera mitad de la vuelta, pero al final cogí la marcha y me aclimaté. Todavía me queda mucho training ¡¡
Carros de Foc, allá vamos ¡¡ Espero que con el ritmo de entrenamiento que llevo (6 días a la semana) llegue en condiciones, ya que la gente que ha participado me dicen que no sé donde me he metido (el último comentario es de un compañero que se presenta a Ironman en Niza).