¿Qué te pasa por la cabeza el día
después?. ¿Qué te queda en el recuerdo después de haber vivido tantas
sensaciones contradictorias en tan poco tiempo?. Han pasado más de 24h desde
que terminamos esa locura llamada MAMOVA y todavía estamos con el pensamiento
en el cortafuegos, o en la subida a la ermita, o en la recta de meta…
Empezaba el día del MAMOVA para
los Marchadores en el cuartel general. Risas, nervios, soplidos, frases de
ánimo…pero como se dice en estos casos:”cada uno con la procesión por dentro”.
Mi día empezaba a las 05:00h con el despertador dando las campanadas. Plato de
espirales para desayunar y repaso del equipo que me llevo: gperderse, música,
barritas, agua…y lo que más me ayudará sin saberlo, los palos.
Camino de Andilla vamos liberando
la mente, tratando de olvidar donde vamos. Juanito nos cuenta historias de
algún trabajo que ha hecho en Andilla, paramos en el punto de la carretera en
el que, horas después pasaremos por debajo,…Viana va con su música detrás, con
semblante serio. Se está concentrando.
Con una temperatura casi otoñal
nos recibe La Pobleta. Gente por todas partes, manto de colores fosforescentes,
carreras de calentamiento por aquí, estiramientos por allí. Nosotros, a lo
nuestro. Tere nos sorprende con un vendaje-tensor, modelo azul primavera que se
llevará durante todo este verano. Hacemos algunas bromas, relajamos el ambiente
y nos reímos…algo nerviosos.
A partir de aquí todo muy rápido:
Vamos hacia la meta, chavales ¡…Mica, aguántame el plátano que voy al baño¡ (os
juro que es lo que me dijo Viana)…Que tal, Jaume?...Vamos corredoreeeeeess¡…Esos
Marchadores siempre los últimos¡…3,2,1…
Salida lenta, buscando mi
posición en la carrera durante la primera media maratón. Voy pasando gente, me
pasa gente (sin cara??...dos personas saben el significado de esto). Ritmo,
tengo que encontrar el ritmo. Pasamos de nuevo por La Pobleta, con el grupo
estirado…ya tenemos el ritmo.
La subida hasta la ermita se me
hace corta. Subo charrando con unos chicos de Valencia, a la marcha. Repostamos
y seguimos camino del punto geodésico, final de la primera gran subida de la
prueba. Andando, andando…muuu, paso, muuu, paso…voy detrás de un Misjueves al
que le doy recuerdos para Ana y Francesc (no sé si os han llegado). Pasamos por
el primer objetivo y las fuerzas están a tope. La bajada…pues eso, los que
habéis pasado ya sabéis como está. Sin arriesgar, sin correr, sin forzar…mentira¡¡¡…me
tiro “p’abajo” como un poseso…resbalones, tropezones…en mi mente sólo una idea:
tengo que llegar a la media en menos de 2h30’ o Manolo me dirá que han llegado
antes “pa na”. No paro ni a reponer en el corral. Sigo bajando a ritmo y…me
encuentro a los Marchadores montando aún el chiringuito¡¡¡¡. Llevo 2h17’ en
esta carrera…pero lo peor tiene que llegar aún. Hablo con rato con nuestros
animadores particulares, un par de frases de ánimo y salgo pitando, animando a
la gente a que aplauda…ni caso¡.
Y a 100m del paso recibo una
inyección de moral que me pone por las nubes. Allí están los sufridores que van
a aguantar toda la segunda vuelta de plantón en la meta para verme llegar.
Jaime, Laura, Manolo, Inma, Avi y Jr bajan campo a través gritándome porque
acaban de llegar.
Pero comienza mi infierno
particular, que arrastraré hasta el punto geodésico de la segunda gran subida,
y parte de la bajada. Mi cuerpo no asimila los alimentos y, tras meterme dos
ibuprofenos para relajar la rodilla, vomito antes de llegar a andilla. El
estómago está herido de muerte. Y aquí aparecen unos amigos que me acompañarán
el resto de carrera, con los que discutiré en algún momento, me reiré con
ellos, y recibirán algún que otro golpe: los palos. Salen a jugar al partido y
me acompañan durante toda la subida. Ellos y un chico de…bueno, no sé de donde
es, pero me da palique durante mucho rato. Llegando casi arriba, decido
sentarme y mirar los pájaros un rato. Ha aparecido mi otra parte del infierno:
la rodilla. Estiro, encojo, estiro, encojo…y seguimos. Corro, ando, corro, ando…y
llego al final de la subida. Y se detiene el tiempo…al fondo veo un enemigo…solitario,
por encima de todo lo que le rodea, observándonos, sabiendo que es superior a
todo lo que estamos haciendo…allí está el Penyagolosa…oigo sus risas, clava sus
miradas en nosotros…y pienso: eso sí que va a ser duro.
Empieza la bajada con un breve
refrigerio. Parece que la rodilla me va a dar un respiro y decido reservar.
Ando a paso ligero casi toda la bajada, corro donde me lo puedo permitir.
Pasada por Oset y Artaj, donde agradezco los ánimos a unas pequeñas
animadoras...y última subida.
Voy solo, nadie por delante,
nadie por detrás…subiendo a mi ritmo, la rodilla tocando los coj…pero voy con
los palos y subo a ritmo. De vez en cuando, parada de estiramiento y otra vez.
Cruzo el cortafuegos y las
fuerzas empiezan a resentirse. Veo por delante a un corredor que va igual o
peor que yo, de manera que aprieto y lo cojo. La idea es no subir sólo. Los que
me conocen saben que odio correr solo.
Hola¡, digo yo. Hola¡, dice él. ¿Cómo
te llamas?, pregunto yo. CORTAFUEGOS¡¡¡, gruñe desde los más profundo. Delante
de mi se levanta el último obstáculo. Alguien por detrás dice que ahora sabe
cómo se sentía Frodo después de todo el camino y antes de subir el Monte del
Destino. En tono de ánimo le digo: Vamos, Sam, aquí no hay Golum. Unas risas y
adelante. Subo con los palos, me molestan, los pliego, me molesta la mochila,
la desabrocho del pecho, uso los palos, los alargo, ahora me molestan, los
pliego y…ostras, haciendo el tonto con los palos y la mochila me he plantado
arriba del cortafuegos…y no me he enterado.
Lanzo la última bajada camino de
Mordor. La rodilla me obliga a parar cada 400 o 500 metros, estiro y sigo hasta
la siguiente parada. Se me está haciendo largo. Pero al fondo se divisa el
final, la moral por las nubes aunque las fuerzas y la forma física están en la
reserva. Bajo con dos corredores de Correleliana, o como se escriba. Uno de
ellos va tocado y aprovecho para no perder la conexión con ellos. Cruzamos la
carretera, han desaparecido los dolores, no sé de donde salen las reservas,
recupero el ritmo que había perdido muchos kilómetros atrás…paso la fuente…ando
la pequeña subida del barranco…y al fondo veo unas caras conocidas. Han estado
esperando más de 3 horas a que completara esta mitad. La moral se pone por las
nubes, me animan…giro la esquina y veo el arco de meta…la mente en blanco…ya
está…ya está…ya está. Fin de mi infierno por hoy.
Los Marchadores tardarán un poco
más en llegar. Indescriptible la alegría de ver a Viana encarar la recta de
meta, gritándole como un loco para que no desfallezca. Juan y Tomás vienen unos
minutos por detrás, con una sonrisa que no borrarán en años, felices. Es un
momento que posiblemente no olvidemos nunca, que nos acompañará cada vez que
contemos esta odisea, donde Ulises habría salida derrotado pero nosotros hemos
salida más fuertes.
En fin, Marchadores, aquí dejo mi
crónica. Os invito a que nos mandéis la vuestra y la pondremos también. Cada uno
habrá tenido unos apoyos y unas motivaciones, pero yo os agradezco las horas de
entrenamiento que hemos compartido…y las que nos quedan. Estaba buscando una
frase chula para terminar, pero en facebook se me ha ocurrido una: una locura
no es tal si no hay un loco y gente que lo apoye.